DESPEDIDAS

 

MIS MÚLTIPLES DESPEDIDAS

 

El instinto de superación

Los pensamientos reflejados en estos escritos los denomino DESPEDIDAS,  pero no en sentido de finiquitos sino que se refieren al reconocimiento de unos límites que impone la propia naturaleza.

Período que queda atrás y da paso a otro intento, siempre de superación, por supuesto, en una nueva faceta para mi formación física, atlética, deportiva, y con la ilusión de alcanzar ciertas metas reales y posibles, nunca quimeras.

Estas DESPEDIDAS, han ido forjando mi instinto de superación, han formado mi carácter para la consecución de logros, nunca por encima de mis posibilidades y  limitadas por supuesto a mi condición de discapacitado, con las secuelas de una poliomielitis que afecta a la pierna derecha con la consiguiente movilidad reducida y dificultad para andar.

 

1ª Despedida

Baloncesto:

Instituto Ramiro de Maeztu, cuarto curso D, en el recreo jugábamos al baloncesto, en una canasta, pachangas de cuatro contra cuatro. Jugamos fenomenal, somos los mejores de todo curso.

Comienza el movimiento para la creación de los equipos que representarán  al instituto.

No se me olvidará. Un jugador llamado Laborda, creo que era del Real Madrid fue encargado de seleccionar los mejores jugadores de 4º curso, otros profesionales lo harían de los otros cursos.

 Comenzaron las pruebas

 

Lanzar desde el punto de las personales, lo supero.

Lanzar desde la esquina, también conseguido.

Entradas en oblicuo desde la izquierda, lo mismo.

Entradas desde la derecha, prueba superada.

Estaría bueno, si yo era de los mejores.

            Reunión con el entrenador, seleccionador: fue eligiendo uno a uno y al llegar a mí me dijo – mira Dieter, eres muy bueno pero no te puedo poner en ningún equipo porque en carrera o en la disputa de un balón te pueden hacer mucho daño. Si quieres te puedes quedar como mi segundo y ayudarme en los entrenamientos y en los partidos…

            Adiós al baloncesto.

            No se hundió el mundo.

2ª Despedida

Fútbol:

Como dominaba el balón con las manos y arrestos no me faltaban, me pasé al fútbol.

Estuve jugando con mis amigos de clase durante dos cursos.

¿De que podía yo jugar? Pues de portero, un portero que arriesgaba mucho.

            Un día, faltando muy poco para que se acabara el recreo íbamos ganado por un gol. El delantero contrario consiguió zafarse del defensa y se encaró a la portería. Estaba a dos metros de mí, para evitar el gol me arrojé a sus pies, atrapé el balón pero también sus piernas.

            El pobre se estampó contra el poste y se abrió una buen  brecha en la cabeza y a la enfermería.

            En otra ocasión y situación similar el lesionado fui yo. La patada casi me cuesta una fractura de costillas. Solo fue una contusión, pero que todavía recuerdo.

 

            Como era final de curso y se acercaba la reválida de sexto. Pausa deportiva. Adiós al Instituto y…

Adiós al fútbol.

            Tampoco se hundió el mundo.

3ª Despedida

Natación:

Entre los años 1945 y 1950 estuve interno en un colegio que tenía una hermosa piscina olímpica.

            Teníamos hora de gimnasia y deportes. Uno de ellos era la natación. Me venía muy bien como medio de rehabilitación y tonificación muscular, pero había dos inconvenientes: uno, que el agua estaba fría y dos, como no tenía fuerza en la pierna avanzaba muy poco. Nadie me enseñaba, no sabia respirar y no sincronizaba la respiración con los movimientos.

            Estuve dos años luchando contra algo que no me gustaba, disminuía mi interés, iba perdiendo la ilusión. Solo me mantenía la fuerza de voluntad pero cada vez le dedicaba menos tiempo

            Un día que no me apetecía nada el baño, unos compañeros me querían obligar a meterme en el agua y yo me resistía. Así que me cogieron por piernas y brazos me balacearon y me soltaron, con tan mala fortuna que me golpee con el borde de la piscina y me rompí un labio.

Adiós a la natación.

            El mundo seguía estando ahí.

4ª Despedida

 

Ciclismo:

            En 1951 ya estaba en casa, había dejado el internado. Como quería seguir haciendo ejercicio, pedí para mi cumpleaños una bicicleta.

            Como tenia el problema de la falta de fuerza en la pierna derecha y me era difícil subirme o bajarme de una bici, pedí que fuera una bici de chica.

Me regalaron una de la marca Orbea y con ella disfruté dando vueltas en el paseo que había delante de los Nuevos Ministerios. Dichos paseos eran cada vez más largos. Lo mas lejos que llegué fue un día que hice los veintitantos kilómetros hasta Las Matas. Fue muy dura la vuelta dado que la bici era muy pesada.

Como creía que era un experto ciclista y mi hermano mayor tenía una bicicleta casi de carreras, decidí probarla.

En mala hora.

Bajando por la calle Ríos Rosas, donde circulaba todavía el tranvía de la línea 45, en la curva hacia la derecha que rodeaba los Nuevos Ministerios, introduje la rueda delantera en el raíl.

Me pegué un tortazo fenomenal. Lo de menos fue el golpe, lo de más fue el destrozo de la bici. Destrocé el faro y la rueda delantera quedó hecha un churro.

Se acercaba la hora de ir a la universidad a estudiar medicina y no era cuestión de correr ningún riesgo.

Adiós al Ciclismo.

            El mundo tampoco se hundió.

5ª Despedida

Equitación:

            1959 ya en primero de medicina, estrenan mis padres una casa de campo a dos kilómetros y medio del pueblo de La Adrada, provincia de Ávila, en pleno monte en la falda de la Sierra de Gredos.

 

            Entablamos amistad con los únicos vecinos, por entonces, de los alrededores. Jaime, el hijo, me dijo que su tío Pepe tenía algo que ver con la Escuela Española de Equitación que estaba en la Casa de Campo, en lo que era la Feria del Campo. Nos inscribimos y así comencé mi época ecuestre.

            Después de pertrecharme con la ropa adecuada y unas buenas botas a medida – con cremallera a todo lo largo para poder meter el pie con el tobilla rígido – Comencé en la pista pequeña a conocer lo que era un caballo, aprendí los aires o pasos de los mismos, a manejar las riendas para dar las ordenes oportunas para lograr la obediencia del caballo, pero lo que peor se me daba era manejar las piernas, obviamente porque la primera que no obedecía era mi perna derecha. No podía hacer fuerza con el abductor por lo que no podía sujetarme con fuerza a la montura, lo cual me obligaba mantener el equilibrio solo sobre los estribos.

            No fue óbice para mi progreso como jinete, de tal manera que al año siguiente pasé a la Pista de arriba, la pista grande, donde al cabo del tiempo lograba dominar incluso el galope. Montaba casi siempre un caballo no muy grande, recogido, muy alegre pero obediente, el “Polvorilla”.

Al principio todo transcurría de forma normal pero una tarde la pólvora de Polvorilla debió prenderse y se corrió una caña. El profe me gritaba, baja las manos, aprieta los muslos, sienta el culo y echa el peso atrás. Polvorilla se hacía el sordo, pero por fin pude convencerle y se paró. Creo que me quedé pálido.

Otro día en la clase de tanda el profesor se colocó en la pista para dar una orden, los caballos ya sabían lo que tenían que hacer, por la situación en que se encontraba el maestro  y antes de que retumbara la voz de “Izquierda” el Polvorilla había girado a la izquierda mientras mi mente seguía de frente. Aterricé en la pista todo lo largo que era. Qué creéis que me dijo el profe; ¡Quién te ha dado permiso para bajarte en marcha!.

A la vista de mis progresos el profesor decidió que habiendo pasado el tiempo suficiente era hora de comenzar las clases de salto.

La última faena: Clase de salto; Tomo el primero; Era un simple madero en el suelo – Bien -. Tomo el segundo; eran dos palos cruzados y el caballo salta por lo mas bajo – bien -. El tercero ya era un obstáculo vertical de unos ochenta centímetros. Vamos Polvorilla, ánimo, que esto no es nada. No le convencí y al llegar al mismo pegó un frenazo y como no me pude sujetar con los muslos, salí por las orejas.

Uno, ya casi médico, no se podía arriesgar más.

 

Adiós a la equitación.

El mundo seguía ahí.

            Fueron años felices y fructíferos  desde el punto de vista terapéutico.

Año 2000, mes de mayo, me resbalo en el porche del chalet de Cercedilla, se me enreda la pierna mala en una mecedora y se oye un chasquido. Me he roto el fémur derecho, no es mala la fractura y se resuelve con un clavo intra medular.

            Pero el postoperatorio es largo, pues un hueso de un miembro paralítico no suelda tan rápido como uno normal y menos en un muchacho de 63 años. Dos meses tumbado, cuatro en silla de ruedas. Control radiológico, consolidación adecuada pero escasa. Dos meses con muletas sin apoyar, control de RX, buena evolución, permiso para apoyar.

            De vuelta a la facultad de Veterinaria. Bueno no os he contado que siendo cirujano en el Hospital Clínico de San Carlos, realicé mi Tesis Doctoral sobre la hidatidosis (Quistes hidatídicos que transmiten los perros) y con tal motivo, para conocer mejor los aspectos de la parte animal de la enfermedad, contacté con la Facultad de Veterinaria. Me cautivó el ambiente, renació en mi el amor a los animales, que había quedado un poco abandonado en el trastero de mi corazón y me vi involucrado en los estudios de la carrera de Veterinaria.

Terminé la carrera. Me nombraron profesor de cirugía.

            Época, antes de las incompatibilidades, en la que por la mañana era cirujano de humanos y por las tardes cirujano de animales.

            Cierto día apareció en el tablón de anuncios un  acuerdo entre la Universidad y la Escuela de Golf de Somontes que ofrecía cursos de golf para el personal de la complutense.

           

El Golf:

¿Último eslabón para mantenerme en forma?

Recapacité: En estos meses de inactividad he perdido toda la poca musculatura que tenía.

El golf es un deporte sano, no violento, se realiza al aire libre y requiere la intervención de todos los músculos del cuerpo. Apto para todas las edades. Por lo tanto es apto para mí.

 

Asistí a las clases durante varios cursos en Somontes y un buen día se inauguro en el Centro de Tecnificación del Deporte, donde antes estaba el parque deportivo sindical.

Allí tiene la sede la Federación Madrileña de Golf donde me matriculé, saque mi licencia de federado, y  conseguí el handicap 36.

Empecé a ir a las clases en serio, participo en torneos y he conseguido bajar el handicap hasta 24,5 y presumo de algún pequeño trofeo.

Un día surgió la idea de formar, en la federación, un comité de golf adaptado, del que formo parte como vocal, para personas con discapacidad y esta idea fraguó en una escuela de golf para discapacitados físico y cinco escuelas para discapacitados síquicos y sensoriales.

La Federación Nacional de Golf formó otro comité de golf adaptado, del cual soy miembro vocal y ya se han puesto en marcha 35 escuelas especiales por toda España.

Como veréis estoy enganchado a este deporte inocuo para mí, que hace que recupere las fuerzas perdidas y mantenga la ilusión de conseguir las muchas metas que me prpongo: Desde hacer un hoyo en uno, a ganar algún torneo.

He sidoel Capitán del Equipo Nacional, no jugador – por que todos los del equipo son infinitamente mejores que yo.

Algún día…

 

            Puedo prometer y prometo que en este asunto no habrá DESPEDIDA