MOMENTOS VIVIDOS
PASAJES DE MI VIDA
Cuando y porqué nací yo en Berlín:
Mi familia (mis abuelos paternos, Gustavo y Anna) alemanes de origen, luteranos, residían en España desde finales Siglo XIX.
En el verano de 1937 mis padres, Karl Otto y Anne Marie (también nacidos en Alemania), se encontraban residiendo en Sevilla.
Vivíamos, alquilados, en un chalet de dos plantas, con un jardincito muy cuidado, que pertenecía a un matrimonio sin hijos.
Aragoneses, con la gracia y el salero andaluces, tan simpáticos y cariñosos que los adoptamos como “Tía Pilar” y “Tío Paco”.
Vivían en la planta de arriba con su perro, un pastor alemán precioso, llamado Collie, muy dócil y obediente. Llegaría a ser mi guía y guardián en el futuro. Nosotros habitábamos el piso de abajo.
A la sazón mi madre se encontraba en avanzado estado de gestación.
El consejo de familia decidió, que dada la precaria situación de la sanidad y debido al conflicto bélico del momento, era aconsejable enviar a mi madre a dar a luz a Alemania.
Por eso nací en Berlín el 26 de octubre de 1937.
De vuelta a Sevilla y cuando tenia un año escaso estalló un brote de poliomielitis, yo fui uno de los afectados.
Una vez pasada la fase aguda de la infección vírica, en aquel momento solo existía un tratamiento paliativo que consistía en aplicación de calor local y fisioterapia basada en movimientos pasivos de las partes afectadas para evitar rigideces articulares, acortamientos musculares, deformaciones, etc.
Pasada la fase aguda y después de normalizarse mi estado general, me quedaron unas secuelas que afortunadamente, afectaron solamente a la cadera y pierna derechas. Tenía muy poca fuerza en el muslo y casi ninguna en la pierna por atrofia de los gemelos, tampoco en el pie, por inactividad del tendón de Aquiles, de tal manera que no podía sujetarme firme ni dar pasos sin asirme a algo.
Cuando me dejaban en el corralito me levantaba asiéndome con la mano derecha y desplazándome hacia los lados dando pequeños pasos con mucha dificultad. Eso puede ser la causa de mi habilidad con la mano izquierda, que era la que me quedaba libre. De ahí mi desrrollo como zurdo, lo que en el futuro condicionara varias de mis actividades.
Mi amor a los perros:
Un día que me dejaron sobre el suelo del salón, en la alfombra. Mi madre que había ido a la cocina a no sé que, se llevó la mayor sorpresa de su vida al verme aparecer por la puerta andando, agarrado al pelo del cuello de Collie que me servia de apoyo.
A partir de entonces el perro no se separaría nunca de mí. Se convirtió en mi guardián y compañero de juegos.
Como lo que más le gustaba era retozar conmigo en el jardín, llegó a enseñarme a bajar las escaleras agarrado a su cuello, jugábamos un rato y cuando nos llamaban a comer se tumbaba a mi lado, yo me agarraba a su cuello y despacio se levantaba obligándome a levantarme y me acompañaba subiendo despacito escalón tras escalón, siempre protegiéndome la espalda con su cuerpo para que no me cayera hacia atrás.
Después de comer tocaba dormir, Collie se tumbaba a los pies del corralito y guardaba mis sueños. Si se me ocurría despertarme llorando, raudo iba a avisar a mi madre, daba un pequeño ladrido y le tiraba del borde de a falda.
Más anécdotas sobre Collie:
Una; La pandilla de amigos alemanes de la colonia solía jugar al fútbol con sus amigos sevillanos y un día se les ocurrió llevar a Collie y ponerle de portero. Cuando el delantero se acercaba a portería, el perro siempre y con mucha habilidad, conseguía arrebatarle el balón – supongo que por el respeto y la intimidación que imponía – lo que ocasionaba las risas y burlas de sus compañeros de equipo – Pepe, que así se llamaba el delantero, enfadado, en la primera ocasión que le llegó el balón no se lo pensó dos veces y chutó desde lejos… ¡Metió gol!
El jolgorio que se armó alrededor de Collie fue tal que éste, mosqueado se acercó al balón, levantó la pata y se orinó encima, se dio media vuelta y se vino a casa.
Otra; Cierto día volvía mi madre de la compra, fue a ver como estaba yo y dejó en la silla de la entrada una bolsa de papel con media docena de huevos.
Collie ni corto ni perezoso cogió la bolsa pensando que eran de su ama y subiendo al piso de arriba se la llevó a “Tía Pilar”. Ésta, al ver al perro con la bolsa de papel colgando de sus fauces y pensando, según estaba la economía, el trastorno que supondría la rotura y perdida de tan preciado tesoro, no pudo contener un grito y le increpó – ¡estos huevos son de Ana María!
Creéis que se inmutó, en absoluto. Tranquilamente y con parsimonia volvió a bajar las escaleras y le entregó la bolsa, sana y salva a mi madre.
Como no voy a amar a los perros, más si son Pastores y como yo !Alemanes!Mi primera aventura en el extranjero
Corría el año 1940. Plena Guerra Mundial. Mi cojera aumentaba por la inestabilidad de mi pierna y se me iba formando un “pie talo”, es decir que por la falta de fuerza en el tendón de Aquiles no podía andar de puntillas, para que comprendáis; En la arena de la playa se me hundía el talón y el pie se flexionaba en exceso.
Los médicos opinaban que debería hacerse una corrección ortopédica.
Reunido el consejo de familia decidieron que si se hacía, debería ser en Alemania donde se encontraba por entonces el mejor traumatólogo del mundo, el Dr. Sauerbruch, experto en toda clase de técnicas traumatológicas y ortopédicas debido a su amplia experiencia con los heridos de guerra. A mi madre no le parecía bien enviarme a Berlín en pleno fregado bélico.
¡ Habló el Patriarca “Don Gustavo” ! que le dijo a su nuera: Anne Marie si le envías a Berlín y muere en uno de los bombardeos, “angelitos al cielo”. Pero si no le mandas y queda inválido, a lo mejor no te lo perdona en la vida. Y de todas maneras de momento los aliados no están bombardeando hospitales.
Marchando a Berlín… , operación al canto, acortamiento y refuerzo del tendón de Aquiles.
Tengo dos vagos recuerdos de esa época: durante mi estancia en el hospital; Oír el rugido e los aviones sobrevolándonos, y durante los días de convalecencia en casa con mi abuela Anna; el ulular de las sirenas. Me cogían en volandas y corriendo al refugio antiaéreo. Nada másy tan tieso.
Terminada la guerra civil nos trasladamos a Madrid a nuestro domicilio en la calle Rios Rosas.
A finales de 1940 todos los hombres de la familia fueron a participar en la Segunda Guerra Mundial, mientras las mujeres y los niños quedamos en España.
La situación en aquel entonces era precaria, la economía de la familia cuya gestión recaía sobre los hombros de las mujeres era de subsistencia.
Las noticias del frente llegaban a través de la Cruz Roja.
1943
Eran las noticias del frente, que esperaban con ansiedad y que desgraciadamente llegaban muy de tarde en tarde.
Se derramaban muchas lagrimas ,afortunadamente de alegría, nunca hubo noticias luctuosas.
Tengo grabada la imagen en mi cerero de un trio de mujeres, mi abuela, mi madre y mi tia sentadas, en la terraza, en el sofá de mimbre y los cuatro pequeñajos, mi hermano mayor, mis dos hermanas y yo, sentados en el suelo alrededor de las mujeres, completamente inmóviles con los ojos fijos en la carta que sostenia mi madre con manos temblorosas y los oídos pendientes de las palabras que salían entrecortadas de su boca, por la emocion del momento, mientras le corrian por las mejilas lagrimas de alegría.
1945
Habia pasado el tiempo, meses, años y llego el momento de ir al Cole.
Los amigos españoles de la familia consiguieron fuera acogido en una institución de Auxilio Social, el “Hogar Ciudad Universitaria” donde me enviaron a estudiar al Instituto “Ramiro de Maeztu"
el 2 de Septiembre la gran noticia "FIN DE LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL
Comienzan a llegar noticias a través de la Cruz Roja....
Los que fueron al frente han sobrevivido y están prisioneros....
Siguen pasando los años....
1948
26 de Octubre, mi cumpleaños. Llego del instituto, llamo a la puerta y me abre un señor que de momento no reconozco, pero no se me olvidara la imagen , pues se ha quedado grabada en mi mente la imagen de su cara sonriente, los ojos injectados y las lagrimas corriendo por sus mejillas.... todavía siento su abrazo.... era mi PADRE.
Habia en casa un ambiente de nerviosismo, cierta intranquilidad.... venga, comer deprisa.... arreglaros....
A mis preguntas respondieron casi todos a la vez: tenemos que recoger a los demás.... que llegan a la estación del Norte el Abuelo y a la de Delicias el marido de mi Tia Margarita.
La providencia nos los devolvía sanos y salvos el mismo día.
1950
Primavera, mi tendón de Aquiles se había debilitado y la pierna derecha se había desarrollado algo menos que la izquierda. Necesitaba llevar un aparato que me fijara mejor el tobillo. Como la medicina había avanzado y en Madrid vivía un extraordinario traumatólogo, que ejercía en el Hospital Niño Jesús, el Doctor don Dario Hiruega. Me llevaron a su presencia y se programó una multi – intervención: refuerzo del tendón de Aquiles con trasposición del tendón del músculo peronéo lateral largo, que haría las funciones de los gemelos y artrodésis del tobillo que fijaría el mismo evitando el pie talo.
Durante el tiempo que estuve en el hospital se desarrollo la segunda gran epidemia de polio en que me he visto envuelto.
En este caso no afectó a mi salud puesto que ya la había pasado y estaba inmunizado. Pero si me debió afectar anímicamente y espiritualmente pues fui testigo de la inmensa labor asistencial del personal del hospital.
Pude comprobar la dedicación absoluta, en cuerpo y alma, de las monjitas Hermanas de la Caridad, hacia aquella cantidad de niños enfermos a los cuales atendían de día y de noche, sin descanso.
Mi participación consistió en transportar, en mi silla de ruedas y sobre mi regazo, las pequeñas bolsas de hule o gutapercha que cosían sin parar las monjas, llevarlas al jardín, donde las llenaban de arena y retornarlas para que las metieran en el autoclave para esterilizarlas. Una vez calentitas, se las aplicaban a esos miembros flácidos.
Estoy orgulloso de haber aportado mi granito de arena, mejor dicho los millones de granos de arena, por supuesto que de una manera inconsciente de lo que estaba haciendo, en aquella situación tan grave.
El ejemplo de amor, dedicación y espiritualidad que viví debió influir en mí ánimo de tal manera que salí del hospital bautizado, con la primera comunión y el firme propósito de ser médico.
Aquí nació verdaderamente mi vocación hacia la medicina.
De vuelta al cole, en el " Ramiro " terminé mis estudios preuniversitarios.
Estudie Medicina en la Universidad Complutense de Madrid , siendo Alumno Interno en la Catedra de Patología Quirúrgica del Hospital Clínico de San Carlos de la Facultad de Medicina durante los últimos tres años de la carrera, licenciándome en 1965. Continué trabajando en dicho hospital como Medico Interno, Medico Residente y Jefe de Residentes.Mientras preparaba mi Tesis Doctoral estudie la Carrera de Veterinaria y en 1972 alcancé el grado de Doctor en Medicina y la Licenciatura en Veterinaria y fui nombrado Jefe del Servicio de Medicina y Cirugía Experimentales del Hospital Clínico de San Carlos y Profesor no Numerario de Patología Quirúrgica y Cirugía de la Facultad de Veterinaria de Madrid